“Culturhaza”, el paisaje como un libro abierto
- Alumno Máster “AmuDi” U.J.A. | Creación
- 11 feb 2018
- 4 Min. de lectura
Un espacio para el agrolandart.
Una haza, a veces también se dice “un haza”, es una porción de tierra dedicada al cultivo. Es una palabra que se extiende en nuestra imaginación como la propia realidad que alude, al tiempo que se dice en masculino o en femenino, como si quisiera comenzar por darnos cabida a todos, tanto a hombres como a mujeres. Decir el nombre de este proyecto de arte contemporáneo Culturhaza, es casi una redundancia, una haza dedicada al cultivo en toda la amplitud de su campo semántico. Cultivo de la tierra en primer lugar, aludiendo a la primera y más indispensable de las culturas: la agricultura, la labranza, el laboreo… Pero también cultivo de la persona que se forma, quien se nutre de las ciencias y de las humanidades, se ilustra, se desarrolla en la aventura del saber y el placer de conocer.
Culturhaza es un espacio donde pensar, reflexionar y crear por partida doble; mientras que se siembra, se escardan las hierbas o se recolecta la cosecha. Una tierra fértil en el más rotundo sentido de la palabra, donde los árboles producen haikus, las semillas germinan en videopoemas o de las plantaciones brotan performances. Porque el espacio agrícola no es otra cosa que espacio estético, cultural, de aprendizaje, donde el agricultor ha precisado una diversidad de conocimientos, desde la climatología a la mecánica, desde la artesanía a la memorística, desde la zoología a los nutrientes naturales. Todo ello alumbrado por el fluxus, entendido no solo como corriente artística, sino como el continuo fluir de los días y sus noches, de las estaciones, de los ciclos de la naturaleza… Un eterno retorno donde todo se extingue para después renacer, con la ecología como filosofía de vida.
La casa de Protasia y Agripino no es una residencia de artistas al uso, donde se vaya a realizar una pieza como si fuera un tesoro intocable, ejecutado por un genio que hubiera que reverenciar cada mañana. Se trata más bien de un lugar de encuentro, de discusión e incluso de confrontación, de trabajo con el soporte único que es la tierra… Una experiencia compartida teniendo por concepto lo que han bautizado como agrolandart. La agricultura como forma de arte, intervenciones que derivan del intercambio de unos conocimientos ancestrales, desde una empatía con el lugar y los lugareños, con una materialidad que se reintegra de manera orgánica con la tierra.
El terreno de Culturhaza se diversifica en varios proyectos, entendidos como piezas de continuidad. El primero de los cuales se ubica en la tradicional “Huerta Chica”, destinado a la iniciación en la cultura hortelana y creativa, donde estudiantes de Bellas Artes aprenden a hacer planteras provenientes de almácigas, poniendo en práctica los principios de la agroecología. “Huerto-poema” es un espacio agrícola y ganadero para la creación multidisciplinar, donde los materiales tienen su propia semántica: rectángulo dividido en dos rectángulos áureos, una torre de trece metros desde la que poder tener una imagen de conjunto, un muro de adobe encalado para proyecciones, una era donde trillar; y una zona donde retoza tranquilo un burro junto a las gallinas que vagan ensimismadas por el picoteo de piedrecillas, hierbas y bichillos. Por otro lado está la huerta grande que recibe el nombre de “Mucho Cucho”, expresión en bable que significa “mucho estiércol”, recordando el dicho “Dios y el cucho pueden mucho, pero mucho más el cucho”. Finalmente otra pieza de continuidad es el “Cultivo de la Escanda”; se trata de una planta silvestre, posiblemente la primera que dio de comer habitualmente al ser humano en el Neolítico, que a lo largo de milenios se sustituiría por la espelta hasta llegar al trigo actual. De ahí su valor simbólico, además de estar en la actualidad casi extinguida, a excepción de algunas zonas en Asturias e India. Fue Juan, el padre de Protasia, el asturiano adoptado extremeño, quien convenció a Agripino para sembrarla, lo que se lleva haciendo sin descanso desde hace una docena de años, en una extensión de tres hectáreas, provenientes de medio kilo de originarias semillas asturianas. Este proyecto se ha completado con la puesta en marcha de un pisón o molino original con el que quitar la cascarilla de la escanda, pues se trata de un trigo vestido, y así fabricar harina.
Culturhaza es una isla. En parte por la paz que se respira, lo que no impide el ajetreo y las premuras que toda labor agrícola conlleva. Pero también es una isla porque ocurre lo mismo que en los territorios insulares: las especies autóctonas, a base de relacionarse y reproducirse solo entre ellas, generan seres distintos al resto. Seres e ideas distintas, que hoy representan un cambio de paradigma y mañana serán el futuro; pequeños grupos humanos que cultivarán pequeñas extensiones, que darán de comer a la humanidad entera, al tiempo que sostendrán una cultura con los pies en la tierra, lo único verdadero.






Fuente del texto: https://artecontemporaneo.fundacionrafaelboti.com/culturhaza/
Fuente de las imágenes: Alumnos Máster AmuDi UJA - Curso 2017-18
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